Por Luis Brito Garcia.
La Corte Suprema de Justicia de Colombia sentencia que no tienen validez jurídica las pruebas de la computadora mágica supuestamente hallada en el campamento de Reyes durante la invasión de Ecuador por Colombia. Rogad por ella (por la computadora).
Encabezan el cortejo fúnebre los siguientes deudos, familiares y dolientes: Pinocho, con nariz que abarca desde el Palacio de Nariño hasta el río Putumayo en Ecuador. El narco número 82. El entonces vicepresidente, cuyos periódicos difundieron el infundio como verdad revelada. El cuento del Gallo Pelón. El cuentista Calleja. Los encantadores de culebras. Los vendedores de curalotodo. Los propagandistas de crecepelo. Los promotores de ensalmos para la buena suerte. Los comercializadores de la lotería de animalitos. Los ilusionistas y malabaristas de circo. Los helicópteros militares disfrazados de unidades de la Cruz Roja. Los paramilitares travestidos de organizaciones humanitarias. La plana mayor y menor de Interpol. El Mosad. Los marines del Plan Colombia. Los contratistas de las bases militares en la Hermana República. La parapolítica. La narcopolítica. Los paradiputados. Los narcoministros. Las parapolicías. La narcocultura. Los paramilitares. Las narcoempresas. Los narcocasinos. El narcoEstado. Rogad por ellos.
Al acto del sepelio se precipitan para manifestar su dolor numerosas delegaciones y personalidades extranjeras, entre las que destacan: El hermano de Bush que arregló las elecciones en Florida para que las ganara su hermanito. La Corte Suprema de Estados Unidos, que proclamó Presidente a George W. Bush para evitar el recuento de votos. La hija del ex diplomático iraquí residente en Washington, que disfrazada de enfermera mintió haber visto soldados iraquíes sacando bebés de sus incubadoras en Kuwait. Los funcionarios del Departamento de Estado que financiaron, armaron, entrenaron y satanizaron a Al Qaeda. Los contratistas de la demolición controlada del tercer edificio, que se cayó sin que chocara contra él ni un mosquito. Los que desaparecieron el jet que se estrelló contra el ala desocupada del Pentágono y lo convirtieron en los restos de un cohete. Las autoridades de ocupación de Afganistán que para luchar contra la droga legalizaron el cultivo de la amapola, materia prima del opio y de la heroína. Los inventores de las nunca encontradas armas de destrucción masiva de Sadam Hussein. Los invasores que para salvar a Irak destruyeron el museo de Bagdad y asesinaron millón y medio de iraquíes. Los asesores que recomendaron las hipotecas subprime. Los asesores que urgieron a invertir en Connie Mac. Los asesores que proclamaron que no había mejor negocio que invertir en Fannie Mae. Los asesores que recomendaron premiar con auxilios financieros a los banqueros que estafaron a todo el mundo. Los marines que ocuparon Haití. Los marines que ocupan Costa Rica. Los marines que instalan bases en Panamá. Los instalados en las bases en Colombia. Los de la base de Palma Sola, que derrocaron a Zelaya. Los de la base Reina Cristina en Curazao. Los académicos suecos que otorgaron a Obama el Nobel de la Paz. Los Navy Seals que asesinaron al hombre más buscado del mundo y como prueba de que en efecto lo habían matado hicieron desaparecer su cuerpo en el mar.
Cubren el luctuoso cortejo multitudinarias delegaciones de comunicadores, entre los cuales destellan: Los medios que incitaron el genocidio de Ruanda. El locutor del canal 4 que proclamó que los defensores de puente Llaguno disparaban contra una manifestación que nunca estuvo allí. El general que difundió la noticia según la cual a Chávez le habría sido presentada su renuncia, “que él aceptó”. Los noventa diarios, sesenta televisoras y mil radiodifusoras que siguen repitiéndolo, nin nunca presentar el documento. El Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, que sentenció que el 11 de abril no hubo golpe de Estado sino “vacío de poder”. Carlos Fernández, denunciando la muerte en accidente laboral de un trabajador petrolero que luego apareció vivo en “Aló Presidente”. Ramos Allup, jurando que le tiraron un traquitraqui y que mañana mismo presentará las pruebas del fraude en el referendo del 2006. Los fabuladores que soñaron bases de Al Qaeda en la península de Macanao. Los camarógrafos del video borroso donde supuestamente el alcalde Martino caletea armas para las FARC. El director de arte del video nebuloso donde supuestamente un guerrillero de las FARC come parrilla en el Country Club. Los cuentacuentos de Die Welt y del Nuevo Herald que alucinaron bases de cohetes iraníes en la península de Coro desde sus escritorios en Alemania y en Miami. Los reporteros que soñaron un bombardeo de Khadafi contra manifestantes libios desmentido posteriormente por Telesur, por la vigilancia satelital rusa y por el propio Departamento de Estado. Los comunicadores que informaron que Kadafi se había exiliado en Venezuela. El experto en guerra sucia Rendones, pensando en nuevas patrañas para consumo de la gente pensante. Rogad por todos.
Al acto del sepelio de la computadora mágica no pueden asistir, por razones de fuerza mayor: Los 3.000 falsos positivos cuyos casos han sido documentados. Los 7.500 presos políticos colombianos. Los 5.000 militantes del partido Unidad Popular asesinados. Los 38.255 desaparecidos en tres años. Los tres millones y medio de desplazados de sus tierras por operaciones militares. Los seis millones de colombianos que han dejado su país. Los entregados y encarcelados gracias a las pruebas salidas de la computadora mágica. Rogad por todos nosotros.
Encabezan el cortejo fúnebre los siguientes deudos, familiares y dolientes: Pinocho, con nariz que abarca desde el Palacio de Nariño hasta el río Putumayo en Ecuador. El narco número 82. El entonces vicepresidente, cuyos periódicos difundieron el infundio como verdad revelada. El cuento del Gallo Pelón. El cuentista Calleja. Los encantadores de culebras. Los vendedores de curalotodo. Los propagandistas de crecepelo. Los promotores de ensalmos para la buena suerte. Los comercializadores de la lotería de animalitos. Los ilusionistas y malabaristas de circo. Los helicópteros militares disfrazados de unidades de la Cruz Roja. Los paramilitares travestidos de organizaciones humanitarias. La plana mayor y menor de Interpol. El Mosad. Los marines del Plan Colombia. Los contratistas de las bases militares en la Hermana República. La parapolítica. La narcopolítica. Los paradiputados. Los narcoministros. Las parapolicías. La narcocultura. Los paramilitares. Las narcoempresas. Los narcocasinos. El narcoEstado. Rogad por ellos.
Al acto del sepelio se precipitan para manifestar su dolor numerosas delegaciones y personalidades extranjeras, entre las que destacan: El hermano de Bush que arregló las elecciones en Florida para que las ganara su hermanito. La Corte Suprema de Estados Unidos, que proclamó Presidente a George W. Bush para evitar el recuento de votos. La hija del ex diplomático iraquí residente en Washington, que disfrazada de enfermera mintió haber visto soldados iraquíes sacando bebés de sus incubadoras en Kuwait. Los funcionarios del Departamento de Estado que financiaron, armaron, entrenaron y satanizaron a Al Qaeda. Los contratistas de la demolición controlada del tercer edificio, que se cayó sin que chocara contra él ni un mosquito. Los que desaparecieron el jet que se estrelló contra el ala desocupada del Pentágono y lo convirtieron en los restos de un cohete. Las autoridades de ocupación de Afganistán que para luchar contra la droga legalizaron el cultivo de la amapola, materia prima del opio y de la heroína. Los inventores de las nunca encontradas armas de destrucción masiva de Sadam Hussein. Los invasores que para salvar a Irak destruyeron el museo de Bagdad y asesinaron millón y medio de iraquíes. Los asesores que recomendaron las hipotecas subprime. Los asesores que urgieron a invertir en Connie Mac. Los asesores que proclamaron que no había mejor negocio que invertir en Fannie Mae. Los asesores que recomendaron premiar con auxilios financieros a los banqueros que estafaron a todo el mundo. Los marines que ocuparon Haití. Los marines que ocupan Costa Rica. Los marines que instalan bases en Panamá. Los instalados en las bases en Colombia. Los de la base de Palma Sola, que derrocaron a Zelaya. Los de la base Reina Cristina en Curazao. Los académicos suecos que otorgaron a Obama el Nobel de la Paz. Los Navy Seals que asesinaron al hombre más buscado del mundo y como prueba de que en efecto lo habían matado hicieron desaparecer su cuerpo en el mar.
Cubren el luctuoso cortejo multitudinarias delegaciones de comunicadores, entre los cuales destellan: Los medios que incitaron el genocidio de Ruanda. El locutor del canal 4 que proclamó que los defensores de puente Llaguno disparaban contra una manifestación que nunca estuvo allí. El general que difundió la noticia según la cual a Chávez le habría sido presentada su renuncia, “que él aceptó”. Los noventa diarios, sesenta televisoras y mil radiodifusoras que siguen repitiéndolo, nin nunca presentar el documento. El Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, que sentenció que el 11 de abril no hubo golpe de Estado sino “vacío de poder”. Carlos Fernández, denunciando la muerte en accidente laboral de un trabajador petrolero que luego apareció vivo en “Aló Presidente”. Ramos Allup, jurando que le tiraron un traquitraqui y que mañana mismo presentará las pruebas del fraude en el referendo del 2006. Los fabuladores que soñaron bases de Al Qaeda en la península de Macanao. Los camarógrafos del video borroso donde supuestamente el alcalde Martino caletea armas para las FARC. El director de arte del video nebuloso donde supuestamente un guerrillero de las FARC come parrilla en el Country Club. Los cuentacuentos de Die Welt y del Nuevo Herald que alucinaron bases de cohetes iraníes en la península de Coro desde sus escritorios en Alemania y en Miami. Los reporteros que soñaron un bombardeo de Khadafi contra manifestantes libios desmentido posteriormente por Telesur, por la vigilancia satelital rusa y por el propio Departamento de Estado. Los comunicadores que informaron que Kadafi se había exiliado en Venezuela. El experto en guerra sucia Rendones, pensando en nuevas patrañas para consumo de la gente pensante. Rogad por todos.
Al acto del sepelio de la computadora mágica no pueden asistir, por razones de fuerza mayor: Los 3.000 falsos positivos cuyos casos han sido documentados. Los 7.500 presos políticos colombianos. Los 5.000 militantes del partido Unidad Popular asesinados. Los 38.255 desaparecidos en tres años. Los tres millones y medio de desplazados de sus tierras por operaciones militares. Los seis millones de colombianos que han dejado su país. Los entregados y encarcelados gracias a las pruebas salidas de la computadora mágica. Rogad por todos nosotros.
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