Reinaldo Quijada
Este artículo no es sobre la rectora de
Buñuel critica y se mofa de la burguesía. Nos la muestra tal cual es, aburrida y predecible. Con todos sus prejuicios y sus convencionalismos sociales. Su culto a las apariencias y su apego a la simulación. Sus buenos modales y su consiguiente falta de principios. Sus crímenes ocultos. Su autosuficiencia y sus pequeñas ridiculeces. Sus instituciones sacrosantas, la familia, el matrimonio, la escuela, la propiedad privada y la religión. La burguesía carece de imaginación, todo lo anteriormente señalado lo demuestra e incluso, pudiéramos decir, que asesina constantemente a la imaginación. Basta con ver la televisión. Confunden alguna destreza o ingenio en el manejo técnico, en la escritura, en la música o en la plástica, con la imaginación. Quizás esta sea la mayor de las preocupaciones de Buñuel y de allí, su desprecio, que no oculta, hacia la burguesía. La imaginación agraviada. Parafraseando al gran surrealista francés André Breton, amigo de Buñuel, el hombre o la mujer, en nuestra sociedad moderna, alrededor de sus 20 años, se abandonan a un destino oscuro, sus acciones van perdiendo amplitud y, sus ideas, envergadura. Detestan los riesgos, aborrecen los cambios y quieren vivir 100 años. Ese es el camino que sigue la burguesía y su ideología capitalista. El socialismo no está exento de estos peligros que atentan contra la imaginación, debe cuidarse de no abandonar la irreverencia, la espontaneidad, la rebeldía y, sobretodo, de no caer en los dogmatismos. Los dogmatismos son al socialismo, lo que los convencionalismos sociales, al capitalismo. Ambos detienen la vida y castran la imaginación.
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